TRÁNSITOS

«Olvidamos que somos más los tránsitos que los destinos»

«¿Cuánto falta?»  pertenezco a una generación en la que los niños hemos dado la matraca a nuestros padres con esa dichosa pregunta cada vez que el trayecto en coche excedía la media hora. Los de ahora están tan absortos en las pantallas que probablemente ni se saben pasajeros. Yo he tenido la gran fortuna de tener unos progenitores inquietos a los que tener hijos pequeños no les supuso un impedimento para acumular kilómetros y así descubrir sitios nuevos, visitar a amigos o disfrutar de las montañas. Precisamente esas vivencias me han enseñado que cada minuto de cada viaje cuenta, incluidos los trayectos de ida y vuelta.

Cuenta mi madre que siendo yo muy pequeña me revolvió el cola-calo en un intento por arañar minutos al reloj y meterme de una vez en la cama. Ofendidísima cogí la cuchara y comencé revolver en sentido contrario al tiempo que decía «pues ahora lo desrevuelvo», esto por si no había quedado claro mi desacuerdo con semejante intromisión. Menudo carácter que tenía, pero nunca me ha gustado que hagan las cosas por mí. Desde luego he heredado la naturaleza inquieta y mi vida está hecha de muchas vidas, de muchos destinos. El por qué elegimos unos y no otros es tema para otra reflexión, hoy quiero incidir en la importancia de saber valorar los tránsitos.

En una sociedad dominada por la inmediatez ir de A a B se considera cuando menos un inconveniente necesario para poder llegar a un destino. Un recorrido prediseñado cual estratagema militar en el que cualquier desvío es considerado un fracaso. No pocos querrían el superpoder de la teletransportación a otro lugar, a otro tiempo… es decir, a donde no están, a quienes no son. Olvidamos que somos más los tránsitos que los destinos. Que ese agónico tic tac del reloj marca la vida que se nos escapa suspirando por los escasos segundos que la ansiada llegada añadirá a nuestro segundero vital. Y es que alcanzado un destino solamente es cuestión de tiempo el que aparezca otro en el panel de salidas. Eso cuando llegamos, porque no siempre lo hacemos, pero que nadie se lleve a engaño somos también todas esas cosas que no hemos sido y nunca seremos.

Mejor nos iría si no nos condicionara tanto alcanzar un destino y disfrutáramos más del camino.


Cristina González Castro

  • Grado en Radioterapia y Oncología por la University of London
  • Grado en Ciencias del Deporte, la Salud y el Ejercicio por la University of Surrey
  • Posgrado en Psicología Positiva Aplicada y Psicología del Coaching por la University of East London

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