Se ha publicado un interesantísimo trabajo a cargo de un equipo de investigación español en el que realizan una revisión histórica acerca de los estudios científicos publicados en este campo hasta agosto del año 2021.
Padecer un cáncer durante la infancia o la adolescencia está asociado a diversos efectos secundarios y secuelas que pueden presentarse años tras el diagnóstico incluyendo problemas cardiacos, dolor, limitaciones motoras, déficit de equilibrio, neuropatía periférica, alteraciones en la composición corporal, mayor riesgo de obesidad, baja densidad ósea o problemas mentales. Es más, se sabe que aproximadamente 2 de cada 3 supervivientes padecerá una enfermedad crónica más adelante en su vida (de media 17 años después del diagnóstico). También es muy común la fatiga relativa al cáncer, que favorece el sedentarismo y la inactividad.
Ejercicio físico y cáncer infantil: potenciales beneficios
El cáncer en la etapa pediátrica no es muy común, por lo que no existen tantos estudios que analicen los beneficios del ejercicio físico en este grupo de población como en la etapa adulta. Sin embargo desde finales de los 90 la literatura en esta campo está creciendo, especialmente en pacientes con leucemia linfoblástica aguda (el más común en esta etapa). Los resultados son prometedores mostrando que intervenciones de ejercicio físico son seguras y eficaces, tanto durante la fase aguda de tratamiento como una vez finalizado el mismo, para paliar muchos de los efectos secundarios y secuelas al cáncer y su tratamiento. El trabajo muestra una infografía con los beneficios potenciales entre los que se encuentran: mejoras en el sistema inmunitario, función y capacidad cardiorrespiratoria, composición corporal, densidad mineral ósea, fuerza muscular, función cognitiva, dolor, fatiga relativa al cáncer y niveles de actividad física. También hay que destacar que intervenciones de ejercicio físico intrahospitalarias reducen los días de hospitalización, con el consecuente beneficio en el bienestar de pacientes así como en la reducción del gasto sanitario.
Cronología
Diversos hitos marcan la cronología investigadora en este campo. Los primeros estudios datan de los 90 en que se observó una menor capacidad de ejercicio y problemática en función cardiaca en pacientes oncológicos en etapa infantil y adolescente.
A finales de los 90 se correlacionan positivamente niveles de actividad física durante el proceso oncológico con beneficios saludables tanto fisiológicos como psico-sociales. En 1999, Shore et al publican el primer estudio en el que se examinan los efectos de una intervención de 12 semanas ejercicio, tanto de forma aguda como a largo plazo en el sistema inmunitario.
Ya en el año 2004 se realiza el primer estudio controlado aleatorio con una intervención de ejercicio físico de fortalecimiento a niños de entre 4 y 11 años con leucemia linfoblástica aguda en Madrid (Marchese et al, 2004). A la vista de los avances en investigación en el Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid, ese mismo año se inaugura un gimnasio intrahospitalario con máquinas y bicicletas estáticas adaptadas para edades pediátricas. Este hecho fue presentado en la revista científica Leukemia como un tratamiento adicional o complementario en el manejo de esta enfermedad. Junto con la investigación emergente, este hito sirvió de precursor para otros estudios en los que se concluían las ventajas de intervenciones de ejercicio combinado aeróbico y de fuerza, intrahospitalario, dirigido y supervisado. En concreto se observaron mejoras en la capacidad cardiorrespiratoria, fuerza muscular y función motora. Todo ello sin eventos adversos y sin cambios en diversos marcadores de actividad tumoral, por lo que se presenta como una intervención segura durante el tratamiento.
Un poco más adelante, en 2017 se llevó a cabo el primer estudio en que se analizó la rentabilidad económica de una intervención psicosocial y de ejercicio físico (Braam et al, 2017). Y ese mismo año Riggs et al (2017) estudia los efectos del ejercicio físico en la estructura del cerebro y en la función cognitiva.
En el año 2020, Nielsen et al, publicaron un interesante estudio en el que se empleó una intervención supervisada intrahospitalaria, sin embargo y como novedad, introdujeron la participación de dos compañeros de colegio sanos que actuaban como “embajadores” para favorecer la motivación. Los resultados mostraron beneficios fisiológicos y tasas de adherencia muy elevadas.
Un año más tarde, en 2021 otro interesante estudio implementó una intervención de ejercicio de 6 meses que incluía sesiones de ejercicio físico realizadas en el hospital en combinación con actividades al aire libre. Se concluyen beneficios en la capacidad cardiorrespiratoria y calidad de vida y además estos resultados eran todavía significativos seis meses después de finalizada la intervención.
Finalmente, algunos de los estudios que están actualmente en curso estudian efectos de intervenciones de ejercicio físico que emplean combinaciones entre otros de ejercicio de aeróbico, de fuerza, de equilibrio y flexibilidad o yoga.
“Elige moverte. Haz lo que puedas. Hazlo cuando puedas”
En 2021 se publicaron las recomendaciones internacionales de ejercicio físico para oncología pediátrica consensuados por expertos y expertas de distintos países. Éstas señalan la importancia del ejercicio físico independientemente de las características individuales: tipos de diagnóstico, tratamientos, etapa del proceso oncológico; y en distintos entornos: intrahospitalario, comunitario, escolar etc.
A pesar de que son necesarios más estudios para poder establecer unas recomendaciones que detallen la frecuencia, intensidad, tiempo y tipo de intervenciones, se señala que el ejercicio físico es una intervención efectiva y segura en este grupo de población en todas las etapas, incluida la fase activa de tratamiento.
Profesionales del ejercicio
Las recomendaciones internacionales establecen que el ejercicio deberá ser prescrito por profesionales del ejercicio con especialización en este campo (por ejemplo fisiólogos/as del ejercicio, fisioterapeutas, o personas con una formación especifica). De esta manera podrán individualizar las intervenciones en función de las características y necesidades de cada paciente. Se recomienda además que, al menos en las primeras etapas del proceso, las intervenciones sean dirigidas ya que esto contribuirá a que se produzcan adaptaciones positivas y a maximizar la seguridad a la hora de realizar los ejercicios de manera correcta y efectiva.
Es importante también destacar que se hace referencia a la importancia de una comunicación efectiva entre profesionales del ejercicio y equipo médico, lo que da cuenta una vez más de la importancia de un abordaje multidisciplinar en el que los distintos grupos profesionales aúnen sinergias en pro del bienestar de los y las pacientes.
Las recomendaciones internacionales de ejercicio físico en oncología pediátrica reseñan que niños, niñas y adolescentes con cáncer deben moverse más. Se trata de ayudar a estos niños y niñas a vivir una vida plena y feliz.
Referencias:
Morales, J. S., Valenzuela, P. L., Velázquez-Díaz, D., Castillo-García, A., Jiménez-Pavón, D., Lucia, A., & Fiuza-Luces, C. (2021). Exercise and Childhood Cancer—A Historical Review. Cancers, 14(1), 82.
Wurz, A., McLaughlin, E., Lategan, C., Chamorro Viña, C., Grimshaw, S. L., Hamari, L., … & Culos-Reed, S. N. (2021). The international pediatric oncology exercise guidelines (iPOEG). Translational behavioral medicine, 11(10), 1915-1922.
- Grado en Radioterapia y Oncología por la University of London
- Grado en Ciencias del Deporte, la Salud y el Ejercicio por la University of Surrey
- Posgrado en Psicología Positiva Aplicada y Psicología del Coaching por la University of East London
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