Los cánceres más comunes en niños, suponiendo un 30% del total, son la Leucemia linfocítica aguda (ALL) y la leucemia mieloide aguda (AML) que conllevan una proliferación anormal de leucocitos (glóbulos blancos) y una reducción de eritrocitos (glóbulos rojos o hematíes). Sus síntomas pueden incluir entre otros dolor óseo y articular, fatiga y debilidad, palidez, fiebre o pérdida de peso. Los segundos cánceres más comunes en niños son los tumores cerebrales y en la médula espinal (26%) pudiendo causar dolores de cabeza, náuseas, vómitos, problemas de visión, mareos, crisis y problemas motores.
Según la Sociedad Americana de Cáncer, el cáncer infantil supone menos de un 1% de todos los cánceres diagnosticados en un año, sin embargo, sigue siendo la segunda causa de muerte en niños de entre 1 y 14 años. La International Agency on Cancer Research estima que al año en el mundo se diagnostican unos 300.000 casos de cáncer en pacientes de 0 a 19 años. En la UE y en EEUU y gracias a los actuales tratamientos, la supervivencia a los 5 años de niños y adolescentes con cáncer es de alrededor de un 72-80%, esta cifra se reduce considerablemente en países menos desarrollados.
Los avances en tratamientos vienen acompañados de posibles efectos secundarios a largo plazo (crecimiento y desarrollo deficientes, trastornos cognitivos, merma de la función neurológica, sistema cardiopulmonar comprometido, problemas musculoesqueléticos, segundos cánceres). Al igual que ocurre con los adultos, los niños que padecen cáncer reducen sus niveles de actividad física durante y después del tratamiento, lo que puede exacerbar los efectos secundarios. Mantener niveles adecuados de actividad física en pacientes oncológicos adultos está positivamente relacionada con el control del peso, mejora de la capacidad cardiopulmonar, integridad musculoesquelética, bienestar mental y reducción del riesgo de muerte prematura. Por el contrario, niveles bajos de actividad física lo está con una reducción de la capacidad cardiopulmonar y aeróbica, así como del desarrollo de las habilidades motoras y un aumento de niveles de fatiga relativa al cáncer y caquexia (profundo deterioro físico que incluye desnutrición y atrofia musculares).
En los últimos años se ha incrementado la investigación de los posibles beneficios del ejercicio físico en pacientes oncológicos pediátricos y los resultados sugieren beneficios en niveles de fatiga y bienestar físico tanto durante como después del tratamiento. Es más, parece claro que los niños que se ejercitan pueden mejorar su capacidad aeróbica y fuerza muscular (por adaptaciones neuromusculares y no por hipertrofia). Lo que no está tan claro es determinar cuáles son los niveles de actividad física necesarios para producir tales beneficios.

En adultos la estrategia más efectiva para incrementar los niveles de actividad física en pacientes y supervivientes oncológicos es la de comenzar con programas individualizados y supervisados para después procurar un hábito saludable que puedan desarrollar de forma autónoma y sin supervisión.
Braam et al. (2013) identifica 3 fases en la implementación de un programa de ejercicio oncológico: una primera durante el tratamiento, una segunda de transición y una tercera de ejercicio regular o competitivo). Recomiendan que durante el tratamiento (FASE 1) el ejercicio físico debería ser siempre bajo prescripción médica y supervisado por terapeutas físicos y especialistas del ejercicio en rehabilitación oncológica. En esta fase se trata de progresar desde una situación de sedentarismo a incrementar los niveles de actividad física. Actividades que se pueden realizar en esta fase incluyen caminar, terapia física, ejercicios de fuerza y de rehabilitación tras la cirugía (siempre bajo supervisión). Las sesiones de ejercicio aeróbico pueden empezar con una duración de 5 a 10 minutos diarios dependiendo de la condición física de los pacientes e ir incrementándose poco a poco en función de ésta. Debemos recordar que antes de incrementar la intensidad del ejercicio deberíamos incrementar la duración del mismo hasta lograr 30 minutos de ejercicio aeróbico continuo a intensidad moderada. Se recomienda asimismo una hidratación y alimentación adecuadas y evitar ejercitarse en estados de hipoglucemia.
Entre las contraindicaciones para realizar ejercicio:
- En los días en que reciben quimioterapia (aunque esto está cambiando)
- Antes de análisis de sangre
- Reacción cutánea severa a la radiación
- Análisis de sangre con resultados anómalos en cuanto a número de plaquetas, hemoglobina o neutrófilos
- Fatiga y/o dolor extremos
- Caquexia severa
- Un Karnofsky (KPS, capacidad para realizar tareas rutinarias en pacientes de cáncer) menor de 60
- Infecciones y/o fiebre
- Problemas gastrointestinales: nausea severa, deshidratación, vómitos o diarrea en los dos días anteriores o desnutrición
- Problemas cardiovasculares (tb. Tobillos hinchados)
- Dificultades respiratorias
- Problemas neurológicos
En cuanto al trabajo de fuerza debería primarse la autopercepción corporal y la propiocepción. El principal objetivo de la prescripción de ejercicio físico en esta primera fase es el de que sea divertido y se mejoren las habilidades motoras. Deben controlarse las posturas y la biomecánica.
En una segunda fase (FASE 2), se pasa de un ejercicio supervisado en el hospital a un ejercicio fuera del hospital y supervisado por los padres o tutores. En esta fase el trabajo aeróbico se incrementa de 30 a 45 minutos (puede dividirse en varias sesiones diarias) con un calentamiento y vuelta a la calma de 5 minutos cada uno.
La FASE 3 (aproximadamente entre 6 y 12 meses después del alta hospitalaria), debería realizarse ejercicio de forma regular para mantener la forma física y mantener un estilo de vida activo. Para practicar deporte de equipo competitivo deberían realizarse valoraciones previas.
Durante el proceso oncológico tanto niños como adultos deben buscar mantenerse activos dentro de sus posibilidades. Para más información en ejercicio y cáncer consulta el manual: ‘Ejercicio y Cáncer. Mitos, Leyendas y Recomendaciones’ publicado por nuestra especialista Cristina González Castro.
Referencias:
American Cancer Society. Cancer Facts & Figures 2016; American Cancer Society: Atlanta, GA, USA, 2016.
Braam, K. I., van der Torre, P., Takken, T., Veening, M. A., van Dulmen-den Broeder, E., & Kaspers, G. J. (2013). Physical exercise training interventions for children and young adults during and after treatment for childhood cancer. Cochrane Database Syst Rev, 4(4).
Li, T.; Wei, S.; Shi, Y.; Pang, S.; Qin, Q.; Yin, J.; Deng, Y.; Chen, Q.; Wei, S.; Nie, S.; et al. The dose-response effect of physical activity on cancer mortality: Findings from 71 prospective cohort studies. Br. J. Sports Med. 2016, 50, 339.)
Schmitz, K.H.; Courneya, K.S.; Matthews, C.; Demark-Wahnefried, W.; Galvão, D.A.; Pinto, B.M.; Irwin, M.L.; Wolin, K.Y.; Segal, R.J.; Lucia, A.; et al. American College of Sports Medicine roundtable on exercise guidelines for cancer survivors. Med. Sci. Sports Exerc. 2010, 42, 1409–1426.
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