EL VIAJE ESPACIAL DEL CÁNCER

En el día en que se le da visibilidad al cáncer en todo el mundo, escribo acerca de un interesante trabajo que expone algunas lecciones que se pueden aprender nada más y nada menos que de las misiones tripuladas al espacio de la NASA. 

El artículo en cuestión fue publicado en 2019 en la prestigiosa revista científica Cell. Al frente del mismo se encuentra la Dra. Jessica Scott, fisióloga del ejercicio en el Memorial Sloan Kettering Cancer Center y que previamente había trabajado para la NASA durante siete años. En su trabajo esta investigadora advirtió que la merma física que experimentan los y las astronautas es muy similar a la que se observa en pacientes oncológicos. Es evidente que las causas son bien distintas, la microgravedad y la radiación en el caso de los viajes al espacio y la enfermedad y sus tratamientos en el caso del cáncer. La Dra Scott y su equipo evidenciaron el paralelismo entre astronautas/pacientes; viaje espacial/tratamiento; y recuperación del viaje espacial/tratamiento. Algunas de las toxicidades comunes que observaron en ambos grupos son: problemas cognitivos, disfunción inmunitaria, problemas de corazón y gastrointestinales, anemia, pérdida de masa muscular y de densidad mineral ósea o una capacidad de ejercicio limitada. Sin embargo, el abordaje de este problema es muy dispar en ambos escenarios.

(Scott et al., 2019)

La NASA lleva más de 60 años investigando para mejorar su CMP (counter measures program o programa de contramedidas) para sus viajes espaciales. Es más, éste ha sido un punto clave para poder ir aumentando el tiempo de las misiones espaciales que son cada vez más largas. Es decir, sabedores de los problemas físicos que estos viajes provocan en el cuerpo humano, desde el primer momento han desarrollado programas para poder paliarlos. En el caso del cáncer, sin embargo, la situación es radicalmente distinta. Se trata de la única patología crónica que no contempla como parte rutinaria de su manejo un CMP, un programa para contrarrestar y minimizar el deterioro físico que, se sabe, se va a producir. Un poco como viajar al espacio sin preparación previa, sin un programa de ejercicio durante el viaje y sin un periodo de recuperación posterior. Y esto a pesar de la abrumadora evidencia científica que muestra, sin paliativos, los beneficios de programas de ejercicio físico en este grupo de población.

Este trabajo se suma pues a las reivindicaciones existentes para incluir protocolos asistenciales que incorporen programas de ejercicio físico a lo largo del proceso oncológico. Sin duda una conquista todavía por lograr.

Referencia: Scott, J. M., Dolan, L. B., Norton, L., Charles, J. B., & Jones, L. W. (2019). Multisystem toxicity in cancer: lessons from NASA’s countermeasures program. Cell179(5), 1003-1009. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092867419311742


Cristina González Castro

  • Grado en Radioterapia y Oncología por la University of London
  • Grado en Ciencias del Deporte, la Salud y el Ejercicio por la University of Surrey
  • Posgrado en Psicología Positiva Aplicada y Psicología del Coaching por la University of East London

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